Misa en honor de San Tarcisio, mártir de la Eucaristía

El grupo de acólitos 'Tarsus', con motivo de la festividad de San Tarsicio Mártir, patrono de los acólitos, monaguillos y ministros de la Eucaristía, celebrará en el Santuario de María Auxiliadora una solemne Eucaristía, el día 14 de agosto a las 12:00 horas, oficiada por el director de la casa Salesiana en Jerez, Don Mario Pardos Ruesca. 

Se trata de una cita a la que se invita a los grupos de acólitos existentes en Jerez, para que acompañen a su santo patrón, San Tarsicio Mártir, en dicha Eucaristía. 

HISTORIA DE SAN TARSICIO MÁRTIR 

San Tarsicio es considerado el primer mártir de la Eucaristía. Se dice que al morir solo tenía 12 años, aunque de él se sabe muy poco. La única fuente documentada la dejó el papa Dámaso. 

Antes de 1950 se celebraba su festividad el día 15 de agosto, hasta que se instituyó el dogma de la Asunción: Por ello, la fiesta de este santo se celebra en muchos países entre el 13, 14 ó 16 de este mes.

Tarsicio nació en el 263 d. C., en Tarso al igual que San Pablo, y quizás su nombre sea debido a su procedencia. Vivió en una época muy dura para los cristianos, en las persecuciones bajo el cargo del emperador Aureliano. Todos los fieles que eran arrestados bajo su dominio, no se desconsolaban, continuaban orando y celebrando misa, pero el problema radicaba en que faltaban hostias para comulgar, y los cristianos que no estaban en prisión no sabían cómo hacer para que los que estaban presos no dejaran de comulgar.

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Por ello, Tarsicio se ofreció para hacer llegar las hostias a los prisioneros, pues pensó que por su corta edad nadie sospecharía. El niño escondió las hostias muy cuidadosamente en su camisa, las aferró firmemente a su pecho, y partió hacia la prisión, pero en el camino encontró a un grupo de amigos de juego, que lo invitaron a unirse a ellos. Tarsicio contestó que en este momento no era posible, que tenía algo muy urgente que hacer. Los niños insistieron, y luego comenzaron a molestarlo y a burlarse de él, porque veían que por ningún motivo despegaba las manos de su pecho.

Tarsicio protegía su divino tesoro, y esto provocó aún más la curiosidad, e interesados en saber qué llevaba, lo forzaron a abrir su brazos. Fue entonces cuando cayeron todas las hostias por el suelo. Al darse cuenta de que su compañero era un cristiano, comenzaron a agredirlo salvajemente y sin piedad, a puños y patadas. A tal agresión el niño cayó inconsciente, y en ese momento se acercó un centurión que también era cristiano, alejó a los malos muchachos, y enseguida socorrió al pequeño. Pero ya no había nada que hacer. El niño había dejado este mundo, y con su admirable ejemplo de fe cristiana reforzó aún más la esperanza de aquellos que eran perseguidos.

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