Crónicas Toscanas 2013 (II)

08/07/13 Cofrademanía Enrique Víctor de Mora

El último púlpito
A Andrés Cañadas y Pepe Vegazo

(Año 1310)

El Maestro Giovanni respiró profundamente, y cerró un instante los ojos, como buscando un fugaz instante de descanso. Los volvió a abrir lentamente, y recorrió con buscada despaciosidad, su última obra ya terminada. Dio varios pasos hacia atrás y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la columna más cercana de la Catedral, que le permitiera contemplar con perspectiva aquella maravilla, que apenas creía, pudiera haber salido de sus manos. Aquellas manos cansadas y llenas de heridas, tumefacciones, cicatrices y golpes, de tantos años de trabajo con los más duros materiales: la piedra, el mármol, el alabastro.. manos que le producían inmensos dolores, tan sólo aliviados por la inmersión en las aguas frías del Arno, o en las piletas que se hacía traer para, tras cada jornada, sumergirlas en un bautismo de bienestar y alivio. Eso, y las pomadas y ungüentos de su buen amigo Piero Gondolazzi, el viejo alquimista pisano, amigo de toda la vida, de toda una vida de trabajo, esfuerzo y bien ganada fama y honra.

Una lágrima resbaló por la mejilla de Giovanni. Ahora que tenía el inmenso monumento delante, recordó a su padre Nicola, el viejo y siempre correcto escultor, el gran Nicola Pisano. Y recordó cómo, con apenas quince años, lo ayudaba realizando sus primeras tallas para el púlpito de la Catedral de Siena, aquella de la que años más tarde sería Arquitecto Jefe. Recordó también cómo juntos trabajaron en la Fontana Maggiora de Perugia, y aquellos largos y acalorados debates sobre el estilo y las maneras de esculpir, que tanto exasperaban al viejo padre, siempre fiel a un estilo que el joven hijo y discípulo se empeñaba siempre en superar:

- No tenemos que buscar lo imposible, repetía siempre el gran Nicola a su vástago. No te empeñes en que una estatua se mueva; nunca se moverá. No estamos para dar lo que no podemos, sino para atrapar en la piedra una imagen fija, y hacer que permanezca así.

- Padre, argumentaba Giovanni, pero la piedra y el mármol no pueden ser nunca cosas muertas. Esculpimos figuras que en la vida real tendrían su alma y su movimiento.. y debemos hacer que, en lo posible, la piedra refleje también esas dimensiones.. el lenguaje de la piedra debe hablar, y nada muerto habla, padre, habla lo vivo, y lo vivo se mueve..

En esos recuerdos estaba Giovanni Pisano, cuando un lejano ruido le hizo volver a la realidad. Unos pasos ágiles y apresurados, provenientes de una de las puertas del crucero, se dirigían hacia él. Aún en la semipenumbra, pudo distinguir perfectamente la silueta de su discípulo y ayudante Giovanni Balduccio, que a la misma hora de siempre, llegaba para dialogar un rato con él. Aquellas últimas semanas, había preferido trabajar solo, puliendo detalles, corrigiendo, dando en fin los últimos toques. Y había pedido al aventajado discípulo que le dejara solo, y a los demás operarios igual. Ahora, cuando todo estaba acabado, lo había mandado llamar.

- Mira, Balduccio, contempla, hijo. Ya está acabado el púlpito para esta Catedral de Pisa. La voz del maestro sonaba solemne y paterna a la vez.

Balduccio se sentó junto al maestro y dejó que su mirada resbalara por aquella maravilla. Recorrió extasiado, a pesar de que se lo conocía de memoria, el abigarrado y a la vez delicado trabajo de la parte superior, un verdadero prodigio de escultura. Siguió la vista por las columnas, fuertes y macizas, pero a la vez gráciles y delicadas, como hechas para un palacio de un noble pisano. Se detuvo con especial interés en las representaciones de animales, en aquellos leones sobre cuyos lomos se sostenía el arquitrabado trabajo, digno de las mejores manos escultoras que en aquel momento se atrevían con semejantes representaciones. Y dejó que su mirada se recreara en aquella atrevida y revolucionaria escultura del Hércules desnudo, que había costado más de un disgusto al escultor, cuando llegó a oídos del Obispo, que pretendió que la sustituyera por otra iconografía más acorde, a lo que Giovanni se negó en rotundo, amenazando incluso con destruir la obra entera si no se le permitía trabajar con libertad.

- ¡No se entera, no se entera de nada este viejo Arzobispo!, mascullaba el Pisano dando golpes en la mesa cuando el tema salía a relucir. No comprende por más que se lo explico, el simbolismo que he pretendido introducir, y el muy iletrado pretende darle una explicación absolutamente estúpida, digna del mas analfabeto de los campesinos. No entiende la metáfora de la Iglesia, como el nuevo Hércules, que sostiene con su fuerza la Fe de los creyentes en la Palabra de Dios, proclamada precisamente.. ¡¡¡desde los púlpitos!!!

-¿Qué te parece ahora, Balduccio?, preguntó en voz baja el ya viejo Pisano.

- Maestro.. creo que este púlpito será recordado, estudiado y honrado por el arte de los siglos venideros, y de él se hablará cuando de nosotros apenas quede recuerdo.

- Tú siempre tan halagador, discípulo mío.. anda, ayúdame a levantarme, y vámonos, que mañana es el día de la entrega, y nos espera una larga jornada. Dile a los operarios que vengan antes del amanecer, con las telas para cubrirlo, y que recojan todo esto y lo dejen limpio. Y nosotros.. vámonos a dormir.. jejejeje, quiero ver mañana la cara del viejo Arzobispo, cuando caigan las telas y lo vea.. y piense que tiene que subirse a él para el sermón de la Misa de Navidad.. jejejeje..

La risa inocente y pícara del ya viejo Giovanni Pisano, recorría la nave central del Duomo de Pisa, buscando la salida por la puerta principal. En la penumbra de la noche que había caído sobre la ciudad marinera, quedaba el púlpito terminado. El hermoso, majestuoso, sereno y gran púlpito, el más grande de todos, la obra maestra de aquel Giovanni, arquitecto y escultor. Todos los que vinieran después, serían hijos y herederos de aquel, que, en aquel momento, descansaba en la quietud de la inmensa Catedral. Aquel púlpito que, siglos más tarde, en el XVI, habría de quitarse de su lugar, y sólo sería repuesto.. en 1926. Desde entonces, preside, orgulloso y solemne en su lugar de honor, todas las ceremonias en una de las Catedrales más hermosas del mundo. Si lo miráis con atención, y con amor, os parecerá que el mismo Giovanni Pisano se encuentra aun dando en él los últimos retoques, los últimos retoques.. del último pulpito.

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