“Daño inoportuno” por Andrés Cañadas

Ustedes ya lo han visto, porque, o bien les ha llegado por el wasap, o bien lo han leído en el periódico local, así que no hace falta que nosotros lo repitamos al detalle por aquí. Hay un señor, llamado Fernando Romero -ex hermano mayor de la Hermandad de Amor y Sacrificio- al que se denomina cofrade por parte de determinados sectores de la ciudad, que no ha tenido mejor cosa que hacer en estos días que publicar en su sitio web, la denuncia interpuesta contra el obispo de Jerez y contra varios miembros más del 'staff' administrativo del Obispado, por una situación derivada del reciente proceso electoral vivido en su cofradía.

¿Cuál es el detonante de todo? Ni idea. ¿Lleva razón en su demanda? Tampoco lo sabemos, y además, no nos interesa. Lo que sí tenemos claro, y además es algo que siempre tendremos claro, es que por estos medios ni se puede ni se debe actuar, cuando hablamos de materias y cuestiones cofrades.

Creemos que existen muchas otras materias vinculadas a las cofradías con las que perder el tiempo, o con las que ganarlo. Como cada uno prefiera. ¿Cuáles son? Pues por ejemplo, las Cáritas parroquiales, las Bolsas de Caridad, las ayudas a los hermanos necesitados, las priostías y mayordomías, los Consejos de las parroquias, las asesorías a las juntas de gobierno, las direcciones de cofradía, las colaboraciones con los párrocos, etc...

Pero no. Fernando ha decidido poner a los pies de los caballos al obispo y a todos sus colaboradores, aireando a diestro y siniestro una situación personal que aún no tiene ningún recorrido jurídico, pero sobre la que ya se han hecho eco algunos medios, en su insaciable búsqueda de contenidos anticlericales. Es decir: objetivo conseguido.

Así que, por encima de que al final todo pueda llegar al juzgado, con su correspondiente carga de veracidad o no, aquí ha prevalecido el tan manido dicho de “Difama, que algo queda”, algo que nos parece ciertamente asqueroso y abominable, y por supuesto, completamente alejado de aquello que un buen día se juró con un beso, sobre el Libro Sagrado de Madre de Dios.

Ah, y por cierto. Al opinar así, tanto escribimos en un sentido como en otro, porque con todo este ruido ahora creado, nos hemos vuelto a acordar de cierto fraile amigo nuestro a quien hace algunos años le pasó exactamente lo mismo: que fue injustamente acusado -como Roma se encargó de demostrar después- pero a quien ya nadie quita la mancha que en su día le cayó, por culpa de las indiscreciones que tanto gusta airear en este pueblo tan estúpido.