Jueves Santo. Día del Amor Fraterno. Institucion del sacerdocio; jornada de Sagrarios expectantes de refugiar al Sagrado Viático. Cordero Místico. Mantillas y corbatas esperando el rito de acudir a los Santos Oficios.
Día de estaciones penitenciales de signo diferente. La alegría, llegando desde los Salesianos con su Redención, y después, tarde de túnicas de rasgos conventuales: trinitarios en la Humildad y Paciencia; carmelitas ante la Sagrada Lanzada de Longinos al costado de Cristo... de donde brotan Sangre y Agua; y dominicos ante un Jesús que pide al Padre Eterno que no pase el Cáliz por Él en su Oración en e Huerto. Cofradías que se unen la historia viva de nuestra Semana Santa: la Santa Vera Cruz y la Hermandad del Mayor Dolor. Un rosario de penitencias que se convierten en preámbulo a esa noche de encanto y duende que es nuestra Madrugada Santa.
La Noche de Jesús. Esa en la que los naranjos de San Miguel desprenden un olor a azahar, mas intenso que los demás días, contando la Muerte del Hijo de Dios. Noche que mezcla sentimientos y formas de entender la religiosidad popular. Ascetismo y silencio en el ruán negro del Santo Crucifijo y la Buena Muerte de Santiago. Blanca sarga penitencial franciscana de la cofradía de las Cinco Llagas. Verde y oro refulgente en la Sentencia... motivo de Esperanza para seguir la senda morada de Nazareno de Cristina que da nombre a nuestra noche única… y nuevos aires mercedarios subiendo desde Picadueñas con la Hermandad de la Misión.
Luz y sombra. Tarde y negrura.
Un Jueves de Gloria a Dios en la conmemoración de la Sagrada Institución de la Eucaristía, entre son de tambores y elegantes marchas procesionales… y noche de embrujo que se adentra en los barrios castizos de San Miguel o Santiago, sin dejar de lado ese centro de la Fe que es la Plazuela.
Tarde de torrijas. Noche de café.
Tinieblas y luz... para recordarnos la entrega del Cordero en el madero del sacrificio del género humano.