''Hoy es Miércoles Santo'' por Marco Antonio Velo

Hoy es Miércoles Santo… ¡y todo volverá a suceder!

Hoy es Miércoles Santo. De niño siempre escuchamos aquello de día grande de la Semana Santa. Andando los años comprendimos en toda su dimensión el porqué de esta definición -nunca espontánea- de nuestros mayores. Hoy es Miércoles Santo y amanece la ciudad bañada por el color azul de un cielo alto de pureza y el blanco de sus nubes de algodón. Azul y blanco si miramos hacia arriba. Azul y blanco. Son los colores de la Amargura: la novia bella y desgarrada de la jornada.

Todo volverá a suceder en unas horas porque los cofrades han despertado al fin del mal sueño de la pandemia. Creíamos que la Semana Santa -tal como siempre la conocimos- jamás regresaría a la certeza de nuestra retina. ¡Hombres de poca fe que nunca alcanzamos a comprender, en época de puertas cerradas del largo confinamiento, que el Prendimiento es más poderoso que el bichito traicionero del covid! Esta tarde estad atentos quienes presienten sesgos de paraíso racial en la doctrina flamenca del barrio de Santiago. Porque allí lo jondo se convertirá en Evangelio mesiánico de manos atadas.

Hoy es Miércoles Santo y volveremos a comprender el silencio de pies descalzos, la mudez que todo lo habla en clave de promesa, la transparencia interior de la túnica negra, la conversión del hermano hecho nazareno, allá por las calles antiguas de San Lucas. Donde sólo sonará -sin estridencia ni runrún ninguno- el latido de la nostalgia por cofrades con nombres propios: Paco Bazán, Diego Romero, Pepe Abollo, Manolo Giménez… Hoy los hijos de Dios sabrán del Consuelo de María en una cofradía que es primor de ilusiones encendidas. Regresaremos por el camino más corto -de entre los posibles, como marcan los estatutos de nuestro rito personal- a la sana costumbre -que es edificante elección- de contemplar la corporación nazarena de Santa Marta tan pronto salga de su templo. Luz e intrahistoria jerezana que se funden en una sola sustancia devocional.

Hoy es Miércoles Santo para -otra vez- sustanciar y sustantivar la envergadura del Soberano Poder de Cristo que ya pisa con trono de volutas doradas y tronío de Dios hecho hombre la Avenida Europa. Y lo hace con la fuerza aparentemente inverosímil de una Hermandad joven capaz de sumar retos por amor a Cristo. Dos años de ausencia de uno de los días grandes de la Semana Santa es demasiada espera para la razón de ser de este supremo modo de conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Pero no hay mal que cien años dure ni cofrade que lo permita. Por esta noble razón Jerez ya es hoy una eclosión de piedad popular en el más hermoso y tradicional sentido del término. Piedad popular siempre de frente, como así avanzó en su juventud, bajo la primera trabajadera de un paso de misterio por calle Medina, aquel costalero -ya en la Gloria- llamado José Ignacio Cosano Alarcón. 

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