''Jueves Santo y Noche de Jesús, luz y tinieblas'' por Andrés Pérez

El Jueves Santo es adiós dulce, sosegado y tranquilo de quien habiéndonos amado hasta el extremo se deja traspasar su hermoso costado y acepta una Buena Muerte para derramar la Redención sobre el género humano. Porque si algo nos enseña este día santo, es que Dios nos abraza y conforta si como Cristo en la agonía de Getsemaní, somos capaces de poner nuestros cálices de cada día en sus manos de padre bueno.

Y en el tránsito doloroso de la Virgen del Mayor Dolor, nace el milagro de la Noche de Jesús y con él, todo se inunda de silencio… La luz del Sagrario de San Miguel se apaga por última vez hasta dentro de tres días dejando un océano de oscuridad y es tan grande el cansancio de nuestras almas que este año Jerez no caminará junto a Jesús Nazareno ni esperará el primer rayo de la mañana iluminando el rostro de la Esperanza.

Se acerca la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores, mientras las tinieblas se ciernen sobre el mundo durante la que fue, noche más íntima del calendario. Pero antes, toca peregrinar jubilosos por el jueves más brillante del año, verdadero viático del alma. Dios se marcha, sí, pero se queda con nosotros, corazón mismo y grande de lo que celebramos hoy: el misterio de la eucaristía.

Ahora sí, dan comienzo los misterios centrales de nuestra fe, y aunque este año no sea posible vivirlo desde el evangelio procesional, tenemos ante nosotros una oportunidad preciosa y única en la vida: acercarnos al misterio de la pequeñez de un Dios que se puede tocar, sentir y oler con la verdadera Semana Santa, la que pone en el centro el misterio.

Y si no les puede el cansancio y la tristeza, adelante, que la noche más bonita del año les aguarda.
Feliz día del Amor Fraterno y Noche de Jesús.

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