¡Qué ganas tienen algunos de que cambie nuestro futuro!

No me digan que no. Primero fue la etapa de los aplausos. Luego el hastío. Ahora toca cabreo del gordo con los que gobiernan, tengan o no tengan la culpa de la guerra química entre China y Estados Unidos en la que todos estamos metidos. Y ahora también, llega el tiempo de los profetas de lo moderno. De los que ya auguran un futuro en el que nada será igual. En el que tendremos que adaptarnos a lo nuevo... y en el que no serán posible las cuadrillas de costaleros... y las procesiones, como las playas, deberán ser aforadas.

Llevamos tres semanas escuchando a un nota de Sevilla avanzar como será la nueva Semana Santa de los próximos ¡¡tres años!! y detrás del 'gachocito', ha surgido una auténtica legión de pesimistas diciendo y escribiendo aquello de "¡cuidado, que esto ya no podrá ser igual!".

Y vale. Muy bien. Pero reírse un poquito, ‘sentrañas’. Que para penas ya tenemos el telediario. ¿Que la cosa será distinta? Vale. ¿Que pasará tiempo antes de que la recogida de la Yedra vuelva a ser multitudinaria? Vale... pero ¡coño! es que parece que os alegráis. ¡Joder!

¡Con vosotros el Ministerio de Sanidad se iba a parecer la ‘Casa del Terror’ de la feria! ¡Anda que..!

Lo que hace falta es trasmitir alegría. Esperanza. Ilusión. Lo que hace falta es volver a imaginar Cádiz hasta los mochos cuando llegue febrero, y volver a imarginar las colas en San Mateo para las papeletas de sitio del Desconsuelo, y volver a soñar con la trasera del Señor de las Tres Caídas, y volver a dibujar la mañana de Pentecostés con la Virgen navegando sobre un mar de cabezas postradas ante Ella. Eso es lo que hay que hacer, y no convertirse en una prolongación permanente de las malas nuevas. ¡Que tontos no somos ninguno! Al revés. Somos listos, y pacientes, y generosos. ¡A la vista está!

Así que después de haber sido robados de primavera, no vengáis encima a avisarnos del Apocalipsis.

¿O es que acaso vosotros no tenéis ganas de que os abracen..? ¡Pues eso!

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