Una Coronación desde la clausura

Agosto pasa despacio junto a los muros de San Marcos. Lentamente. Con la misma cadencia con la que el calor avanza cada mediodía por los callejones del Jerez más puro. Agosto respira lento. Muy lento. Sabiendo a cada suspiro que no más pasen las semanas llegará la vendimia con su repetido regreso a la rutina de cada año.

Agosto pasa... como siempre, buscando rincones apagados. Brillos de otro tiempo. Luces menos cegadoras...

Quizás por eso el refugio en un escondite privilegiado. En un cenobio pequeñito. En un rincón donde Cristo siempre está presente y al alcance de todos. Allí mismo. Junto a las centenarias piedras del evangelista. En esa casa que Jerez conoce como 'Las Mínimas'. Es ahí donde se puede dejar de pensar en el verano, para pensar en una eternidad entera.

Allí vive ahora la Madre de Dios bajo el nombre de Estrella. La Virgen de los niños. La dolorosa de San José. La guapa niña de Sebastián... la coronada en tan sólo un par de meses, que ahora aguarda el regreso a septiembre junto a las madrinas que visten toga junto al patio de porterías y canastas...

En agosto. Justo antes del regreso a las prisas por el patio de la Escuela. Como la 'tata' que se iba al pueblo. Como la abuela que regresaba con su gente. Como la vida que desandaba caminos de antaño para volverlos a andar al caer la hoja del almanaque.

Un rato de calma antes de las nuevas carreras y prisas. Un tiempo para rezar sin pensar en otras cosas. Un momento sin móviles ni tiempos modernos.

Sólo Ella. La Virgen. La Estrella... tras una reja con sabor a patio fresco y pozo de aguas dulces.

Solo así. 

A lo mejor lo más grande que nos regala lo que llegará el 14 de octubre.

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