''Valió la pena...'' por Andrés Cañadas

A veces valen la pena los llantos... y los silencios.

A veces ocurren cosas tintadas de gris, que al final terminan convirtiéndose en ascua de luz en medio de la tiniebla.

Para llegar a la Gloria de la Resurrección, hizo falta que un Dios de verdad encarnado en un joven guapo de Galilea, fuera crucificado vilmente por quienes sólo veían en Él al agitador de masas al que tanto temía el todopoderoso Imperio Romano. Ya conocen ustedes el resto de la historia.

Por eso, cuando alguien me pregunte dentro de muchos años, cómo fue el 24 de septiembre del año de la pandemia, sólo acertaré a recordar la cara morena que me encontré a un palmo de mí, cuando entré en la Basílica de la Merced. Aquella misma cara con la que se encontraron quienes aguantaron horas de cola, cruzando la calle Cristal.

Fue un 24 de septiembre raro. Sin bullicios. Sin trasiego en la mañana. Sin Popeyes de copa y cerveza... sin sonrisas ni alegría (aunque me riña el Padre Felipe), y sin ganas de vivir la tarde, con la intensidad de otras ocasiones.

Pero fue el 24 de septiembre más mágico que recordaremos muchos de los que tuvimos la suerte de plantarnos delante de nuestra Patrona, aguantádole la mirada... sólo lo justo para pedirle un guiño, o darle gracias por quién sabe qué...

Fue su 24 de septiembre. Sólo el de Ella. El que cambió sedas por percales. Lunas por soles. Bajamares por pleamares, y soleás por bulerías.

Fue el día que se enredó en sus ojos de agarena. El que comprendió por qué Jerez sigue acudiendo a verla cada vendimia. El que se atrevió a imaginar siglos de aceite y candiles, alumbrando la senda que terminaba ante su hechura de mujer plena, llena de Gracia ante el Señor.

Algún día me preguntarán cómo fue aquel 24 de septiembre del año de la pandemia, y sólo me atreveré a contestar a quien lo haga...

-''Valió la pena.'' ''No te queda la menor duda, de que valió mucho la pena...''

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